Los hechos ocurren en un lugar pequeño y encerrado al que se debe acceder bajando unas estrechas escaleras. Somos un grupo reducido de gente esperando a ser atendidos. Se encuentra un mostrador con una mujer detrás atendiendo al público. En aquél preciso momento está hablando con otra. Ésta última viste un traje marrón, con un velo del mismo color que le cubre la cabeza. De repente me doy cuenta que tres individuos sujetan armas y apuntan hacia la mujer del traje marrón. Ella deja la conversación de repente y se da la vuelta mirando hacia los atacantes. Intercambian unas palabras en un idioma que no me es familiar; parece árabe. Disparan y se escucha un sonido seco. La mujer cae al suelo de forma inmediata. Los hombres llevan los rostros tapados; sólo se vislumbra la parte superior: de la nariz hasta la frente porque el pelo también está cubierto por una tela negra. Visten pantalones militares y tienen la tez oscura. Son de constitución delgada y más bien bajos.
A continuación toca mi turno. Me dirijo hasta el mostrador evitando mirar al suelo para no ver al cuerpo inerte de la mujer. Estoy aterrorizada pero parece ser que debo actuar de esta forma. Los hombres siguen apuntando con sus armas, sin decir nada, pero esta vez me apuntan a mí. La mujer del mostrador me da un trozo de papel blanco. Me dice algo que no recuerdo, pero sé que me transmite serenidad; si hago lo que se me pide, si actúo con naturalidad no va a ocurrir nada malo. Mi misión es muy sencilla: sólo debo apuntar mi dirección y teléfono. Veo cómo mis dedos comienzan a hacer trazos en el papel. No reconozco mi letra, es toda irregular debido al temblor de mis manos. Siento las armas tocando mi nuca. Esto aún me paraliza más. Quiero acabar cuanto antes con mi tarea, pero con toda la presión no soy capaz de recordar mi número de teléfono. Me bloqueo. Y de repente escucho que aprietan el gatillo. Y no puedo contarte más porque es todo lo que recuerdo.
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