Irme; lejos. Y no es lo que siento solo ahora, en estos momentos, sino hace ya año y medio, desde que regresé de mi estancia en el extranjero. Ahora os cuento. Estuve estudiando en una de las universidades de una gran capital del país. En aquél entonces, me centré tanto en mis estudios que ni siquiera pude disfrutar de la ciudad. El motivo es que fue un capricho. Aquellos mimos estudios los podría haber cursado en mi ciudad natal. Sin embargo, decidí emigrar; por supuesto, gracias a la colaboración económica y apoyo ante mi decisión de mi familia. Pero mis padres son trabajadores de clase media por cuenta ajena. Si me han permitido estos caprichos es porque soy hija única; de otro modo no hubiese sido posible. Pero me considero responsable y sería incapaz de abusar de ellos. Es decir, sabiendo que están dedicando sus ahorros en mí, no podría estar pasándomelo bien a su costa y dejar el objetivo principal –estudiar- en segundo lugar. Por ello, los fines de semana regresaba a casa y continuaba con la tarea de los días hábiles: estudiando.
En una capital, la gente es más abierta. No es un tópico, es cierto. Tuve la oportunidad de compartir piso con gente de otros países. La mayor parte estudiaban y trabajaban. Aprendí mucho de ellas y de sus consejos. Y en cierto modo, compartir de alguna manera su experiencia de vivir en otro lugar, lejos de tus orígenes, me animó a presentar la solicitud de Erasmus. Pero sin demasiado entusiasmo, tampoco creía que me lo fueran a conceder. Sin embargo, no fue así. Recuerdo una vez, en mi ciudad natal, un profesor preguntó a su alumnado en el caso hipotético de que nos ofrecieran un trabajo muy bien remunerado en Japón, cuántos estaríamos dispuestos a aceptar el puesto. Creo que sólo dos o tres levantamos la mano y, os aseguro que el aula estaba bastante llena y era bastante grande. Ante una pregunta así, tampoco me planteo si realmente me voy a vivir allí para toda la vida; tan sólo es ir a probar.
Vivo en una ciudad provinciana. Indeterminada, no importa el lugar concreto. He llegado a una edad, 26, en que en una ciudad provinciana sólo tienes dos alternativas: casarte o emigrar. Trabajo en una oficina vendiendo servicios en los cuales no creo, así es que la mayor parte del tiempo tengo la sensación que me dedico a engañar a la gente. Mi meta en estos momentos es romper con todo esto: marcharme lejos y empezar de nuevo. El objetivo está definido y también el medio para alcanzarlo.
miércoles, 10 de febrero de 2010
lunes, 8 de febrero de 2010
Trabajo
Trabajar de cara al público. Créanme, no es ningún chollo. Posiblemente los que trabajan en una fábrica nueve horas diarias sin apenas ver la luz, pensarán que no tengo razón, pero todo es cuestión de probar. ¿Habéis sentido alguna vez la sensación de no poder decir lo que realmente piensas? Seguro, no es lo más inusual. Pero de cara a la galería ocurre con demasiada frecuencia. Por lo menos, en un lugar cerrado esta frustración tendrá una única dirección: el gerente o encargado. Aquí es a diario con personas desconocidas.
Morderte la lengua es la mejor herramienta. Estamos ante una sociedad hipócrita. A menudo vulgarizamos determinadas culturas, como los latinoamericanos, porque ante estas situaciones actúan de una forma natural: diciendo lo que piensan. Aunque a veces esta actitud acaba en pelea. Pero por lo menos han sido sinceros y, además, se han desahogado. Seguro que no se van con aquella sensación de “le hubiese dicho esto, y aquello…”.
Morderte la lengua es la mejor herramienta. Estamos ante una sociedad hipócrita. A menudo vulgarizamos determinadas culturas, como los latinoamericanos, porque ante estas situaciones actúan de una forma natural: diciendo lo que piensan. Aunque a veces esta actitud acaba en pelea. Pero por lo menos han sido sinceros y, además, se han desahogado. Seguro que no se van con aquella sensación de “le hubiese dicho esto, y aquello…”.
Sugerencia al público
Antes que nada, plantearos si merece la pena continuar. ¿Realmente estáis dispuestos a conocer mis reflexiones y sentimientos ante la vida? ¿Dispuestos a compartir también vuestras experiencias? Quisiera advertiros que os encontráis ante una persona que no está satisfecha con lo que está haciendo en estos momentos. Que tal vez, tarde o temprano, tome la decisión que más adelante os será desvelada. Pero cuando llegue este momento, nadie le podrá decir que la tomó de forma precipitada. Un último detalle: os agradeceré vuestros comentarios, vuestro punto de vista y/ o crítica será bienvenido siempre y cuando esté bien argumentado. Aquí no seréis uno de mis clientes, la hipocresía la dejo en la oficina. La sinceridad es mi máxima. Os mostraré mi parte más vulnerable, aquella que ni siguiera mis seres más queridos conocen.
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