martes, 1 de marzo de 2011

De mutuas y oportunistas

A principios de año llamé a la Clínica Dental i Ortodoncia de la Dra X con el objetivo de concertar una cita para una simple limpieza bucal. Lo primero que me preguntaron es si estaba vinculada con alguna mutua o acudía como particular. Obviamente, mi respuesta fue “mutua”. “En tal caso, la cita será, como mínimo, hasta dentro de un mes”. También me pusieron límites bastante rígidos en las horas para concertar visita. Me parece comprensible que procuren por su negocio y que discriminen, hasta cierto punto, entre sus clientes particulares y los que proceden de mutuas. Aunque un mes de espera para una limpieza bucal me parece excesivo, asumí la fecha con resignación. Sobre todo, si tenemos en cuenta que uno de los primeros motivos por los que la gente contrata mutuas es ahorrarse el tiempo de espera que caracteriza los servicios públicos de la Seguridad Social.

Continuemos. Llegó el día de la esperada cita y acudí al centro. Primero me hicieron pasar un tiempo a la sala de espera. El especialista que me atendió me dijo que tal vez no sería posible realizar la limpieza en una sola sesión. Sin explicaciones. Una vez más, me sorprendió. Confieso que no soy un caso excepcional y dudo que requiera más tiempo de lo habitual. No es una valoración subjetiva, está basada en experiencias anteriores, puesto que no era la primera vez que me sometía a esto. Sin más, efectivamente terminó la limpieza de la parte inferior y me mandaron de nuevo a la recepción. Allí les hice entrega de la tarjeta de la mutua, para que pudiesen cobrar sus servicios prestados y pedir nueva hora. Miraron su agenda para darme cita una semana más tarde. No era posible: demasiado lleno. Así es que buscaron una semana más allá. Esta vez, sí hubo suerte. A continuación me hicieron pasar de nuevo a la sala de espera porque, por lo visto, tenían problemas de comunicación con la mutua. Sin resolver el caso, tomaron mis datos, me entregaron de nuevo la tarjeta y me dijeron que si había algún problema contactarían conmigo.

Mientras salía de la clínica no dejaba de pensar en lo absurdo de la situación: un mes de espera para una simple limpieza bucal que se acababa de convertir en dos sesiones, con un intervalo de dos semanas. En estas dos semanas comenté la peculiar situación con familiares y compañeros de trabajo que comparten la misma mutua. A nadie le parecía normal. Un compañero me alertó diciéndome que tal vez lo hacían para cobrar dos veces. Buena observación, porque esto no lo había contemplado. Que me tachen de ingenua, pero me gusta pensar en aquél término al que se refieren a menudo los juristas sobre el “principio de buena fe”. Esto es una “conducta recta u honesta en relación con las partes interesadas en un acto, contrato o proceso”. Así es que no le di mayor importancia, aunque guardé la observación en la retaguardia.

Pasadas dos semanas, me dirigí de nuevo a la clínica. Otra vez el mismo protocolo: “pase Ud a la sala de espera”. Esperé y cuando me tocó el turno y pasé por delante la recepción les pregunté (más bien quería constatar porque daba por supuesto que la respuesta iba a ser negativa) si me iban a “cobrar” la sesión, argumentando que, de hecho, era la segunda parte de una primera visita incompleta que había comenzado dos semanas antes. Su respuesta fue el colmo. Sí me iban a tener que cobrar el servicio porque, in facto, lo acababan de mirar en el convenio con la mutua y, por lo visto, lo iba a tener que pagar yo. Entonces, aun sabiéndolo y sin decirme nada (tres personas estaban presentes en aquél momento en la recepción tratando sobre el tema), pretendían hacerme entrar, acabar por fin lo inacabado y encima cobrarme por ello! ¿Pues no tendría que cobrar yo por las molestias causadas? Sin más, mi respuesta fue que me lo podían haber dicho antes y me largué.

Con todo, quiero destacar que no era la primera vez que asistía a dicha clínica, sino la segunda. En la primera ocasión no tuve ningún problema: limpieza en una simple sesión y sin tan larga espera.

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