domingo, 27 de febrero de 2011

Y colorín colorado este cuento se ha acabado

Tengo una taza de té en el pueblo de la costa donde habita mi abuela. No es una taza cualquiera: es mi taza de té. La adquirí hace unos diez años en una tienda y no por tener nada especial. No es que sea muy bonita, aunque sí práctica y, con los años, incluso le tengo cierto cariño. Sin embargo, en aquél momento buscaba un recipiente y, por cosas del azar o no, fue mi elección. Algo en ella sí me llamó la atención. Había muchas a escoger pero todas tenían algo en común: los signos del zodíaco. Y bien, puestos a elegir, me incliné por el mío: capricornio. No soy muy seguidora o aficionada a esto de la astrología, si bien lo respeto e incluso últimamente, como bien sabéis, he tenido alguna experiencia más allá de leer la sección del diario que trata sobre ello: una en Italia (fatídica, por cierto); la otra en México la cual, si realmente se cumple el pronóstico, el futuro me va a ser muy favorable.

Continuando, cada vez que bebo el té no puedo dejar de leer lo que hay escrito en ella: en unas ocho palabras, ahora no recuerdo bien, define los rasgos más relevantes de mi signo. Me sorprende porque realmente los acierta, cada uno de ellos forman parte de mi personalidad. Dejad que los cite: ambitieux (en el buen sentido, creo), prévoyant, prudent, patient, responsable, persévérant. Como habréis notado, mi taza es francesa. Y deberéis perdonarme pero a pesar de que lo he leído miles de veces, me dejo alguno. Lo de memorizar, es una de mis muchas batallas perdidas. Nunca he sido capaz de memorizar la letra de una canción, por más que me gustara, ni siquiera saber tocar con el piano una partitura de memoria.

Voy a referirme a dos de estos elementos para explicar lo sucedido. “Prévoyant et Prudent” (previsor y prudente). Estos son dos de los rasgos que definen mi personalidad y no sé si considerarlos como algo positivo o negativo. Negativo, en el sentido de que medito muchísimo las cosas antes de tomar una decisión: valoro todas las posibilidades y consecuencias de mi actuación. Esto a menudo ralentiza muchísimo cuando tengo que tomar una determinación. Pongamos un ejemplo: mi insatisfacción crónica y bien conocida por mi trabajo y, a pesar de ello, continúo en él (sin haber nada que me ate). Otra: no quisiera estar viviendo aquí en estos momentos, ni siquiera en mi país y, a pesar de ello, continúo arraigada en él. Y bueno, a estas alturas del relato os estaréis preguntado: ¿a qué viene todo esto? Y mi respuesta es “patience” que, por otro lado, es otro de mis rasgos distintivos ;-).

En el viaje a Paris os dije que yo nunca había querido preguntar o hablar directamente sobre “el después” con Simon. El motivo: porque me resultaba algo violento tratar sobre el tema puesto que yo sabía muy bien lo que sentía, pero desconocía por completo su opinión y, en estos casos, resulta difícil dar o recibir un “no” por respuesta. Por “dar o recibir un no” me refiero a un “no quiero volver a verte”; “no me ha gustado la experiencia”, etc…dicho con mayor o menor sutileza pero, en definitiva, el significado es el mismo. Sin embargo, si los dos sentíamos lo mismo, la felicidad era completa. Y en tal caso, comienzan las ilusiones sobre algo completamente embrionario pero, en fin, la imaginación comienza a brotar. Pero mi “prudencia y previsión” y también mi naturaleza a menudo pesimista y mentalidad racional ya se ocupan de crearme una coraza y hacerme tocar de pies al suelo. Sabía lo que conllevaría, por mi parte, el hecho de que me dijera que sentía lo mismo que yo. Suponía quebrar un poco esta coraza y dejar volar un poquito mi imaginación de un embrionario proyecto en común. Por todo esto, por temor, no quise tocar el tema. Sin embargo, pocos días después, fue él quien se refirió y me dio a conocer su postura. Incluso me propuso fechas para el nuevo encuentro.

Bien, de la misma manera que él tomó la iniciativa en aquél momento, también la ha tomado ahora. Pero esta vez ha sido para decir todo lo contrario. No me mal interpretéis, no es que se arrepienta de nada, todo lo contrario, pero se dio cuenta de la realidad: los 1500Km que nos separan, la dedicación y vocación por su trabajo y las dificultades que todo ello conlleva. Una realidad de la que yo era muy consciente desde el principio, (recordad, por aquello de la prudencia y previsión…).

A pesar de mi “racionalidad”, por razones del destino, quién sabe, la vida me ha rodeado de historias similares, incluso mucho más complicadas, que han acabado con “final feliz”. Por supuesto, un ejemplo de ello sois Soraida y Jason, pero también mi amiga Argentina Belén y español Jorge (con la que compartí piso estando en Barcelona: ahora están casados y viven en Berlín); o también Lidia (from Ecuador, también compañera de piso en Bcn) felizmente casada con el español Eduardo y viviendo en Quito. Todas ellas fueron historias complicadas en su momento y, sin embargo, han acabado bien. Y otras muchas similares que ahora no me voy a parar a contar. Todo esto os lo digo porque, ni mucho menos mi meta era llegar al altar jajajaja Faltaría más! Mis ilusiones no llegaron tan lejos! Pero sí en algo más: otro encuentro, por lo menos.

Todo se reduce a ver el vaso medio lleno o medio vacío: 1.500Km se traducen en menos de un par de horas en avión, lo cual, no es demasiado (sobre todo si lo comparamos con la distancia entre Bcn—Mex). Pero desde el momento en que una de las partes comienza a ver sólo los inconvenientes ya no hay nada que hacer. Así que bueno, no puedo negar que fue bonito mientras duró y que lo vivido tanto en México como en París ha sido una experiencia exquisita. Eso sí, espero no tardar otros 26 años en encontrar a alguien que me resulte interesante…

No puedo dejar de admitir que me siento dolida y el motivo es que hubiese preferido que después de Paris ya todo hubiera terminado. Sin mensajes que propusieran otro contacto posterior. No lo culpo por lo que argumenta; es más, incluso lo entiendo. Solo que lo hubiera debido pensar antes de actuar. Es cuestión de medir las palabras antes de dejarlas ir, por lo que pueda conllevar. No he tenido el valor suficiente de decirle todo esto en mi respuesta, a pesar que dejé pasar un día de reflexión, antes de contestar. Esta vez fui muy breve: de agradecimiento por todo lo pasado y de suerte en su vida personal y profesional.

Siento la extensión, pero por ser mi "diario" os tocó la versión larga. Por otro lado, una ventaja del lenguaje escrito es que el receptor del mensaje puede dejar de leerlo u omitir ciertas partes sin que el interlocutor se entere ;-) así es que queda a vuestro criterio…. Como a mí me gusta escribir, cubre dos facetas: me divierto y, esta vez, me alivia.


Así es que jamás se produjo el reencuentro tan esperado por mi parte. Pensaba que una nueva etapa de la vida se abría ante mí; un nuevo estadio en el que era posible añadir un nuevo sentimiento: “el amor”. Pasó un mes exacto desde el viaje a Paris hasta el mensaje que recibí cuya esencia significaba terminación. El fin de una ilusión; nada más. Desde que nos conocimos nos habíamos escrito a diario. Por mi parte siempre había algo que contar, siempre hay una anécdota en el día; una opinión sobre una noticia, un pensamiento, una pesadilla... A pesar de la dificultad que me suponía escribir en otra lengua y del largo tiempo que dedicaba a ello. Ahora que lo pienso en la distancia, me doy cuenta que esto no era recíproco. Si bien es cierto que siempre había una respuesta a mis mensajes por su parte, el contenido denotaba cierta dejadez y poca dedicación. Sus respuestas solían ser breves, con algunas excepciones. Me resulta extraño porque tengo muy presente el momento de la despedida en el tren, en Paris. Ya expliqué que jamás hablamos del “después” en aquellos pocos días. Sin embargo, al despedirme de él tuve la sensación que nos volveríamos a ver. Es curioso, porque esta sensación aún perdura.

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